La invasión musical de la IA: ¿nos están colando robots en Spotify sin avisar?
- Alba Pelegrin
- hace 2 días
- 3 Min. de lectura
La música generada por inteligencia artificial ya no es “el futuro”: es el presente, está en todas partes y, lo más curioso, probablemente ya la has escuchado sin darte cuenta. Plataformas como YouTube, TikTok o incluso Deezer han empezado a poner etiquetas de advertencia, avisando al oyente de que lo que suena nació en un algoritmo y no en un estudio lleno de guitarras desafinadas y café frío. ¿Y Spotify? Spotify silba y mira al techo. No dice nada, no pregunta nada, y prefiere que sigas creyendo que cada canción que te acompaña en el coche o en la ducha viene de un humano con sentimientos y no de una IA con buen entrenamiento.

El debate no es menor: ¿tenemos derecho a saber si lo que escuchamos es humano o sintético? ¿O da igual mientras sea pegadizo? Lo que está claro es que, aunque la música hecha por IA ya se ha instalado en la industria, el silencio de Spotify frente a la transparencia empieza a sonar más fuerte que cualquier reguetón en bucle.
¿Qué está pasando?
Spotify no etiqueta la música generada por IA. A diferencia de YouTube, Meta o TikTok, Spotify actualmente no avisa si lo que estás escuchando ha sido creado por un algoritmo. Su postura oficial: no quieren investigar qué herramientas usan los creadores. Prefieren dejar que cada quien decida su propia fantasía (o engaño) creativo.
Y sí, hay una razón oficial para ello. Según un portavoz de Spotify:
“Spotify no controla las herramientas que los artistas usan en su proceso creativo. Creemos que los artistas y productores deben tener el control... Trabajamos activamente para proteger contra el engaño, la suplantación y el spam. El contenido que engañe a los oyentes… será penalizado o eliminado.”
Hay un caso muy clarito: The Velvet Sundown. Los creadores lo asumieron después de que se armara el revuelo mediático. Su declaración: “No es un truco, es un espejo”, una provocación artística sobre autoría, identidad y el futuro de la música en la era digital.
Deezer sí movió ficha. La plataforma francesa implementó una herramienta de detección de IA que etiqueta automáticamente estos contenidos. Detectaron que hasta un 20 % de canciones subidas eran generadas por IA — la mayoría simplemente spam con bots para obtener cobros fraudulentos. Bloquearon esas pistas en playlists editoriales y automatizadas y excluyeron esos streams de los pagos por regalías.
Más voces piden transparencia. Expertos como Liz Pelly opinan que los usuarios merecen saber qué escuchan, sea música 100 % IA o simplemente contenido con menos royalties. También Hany Farid, profesor y experto en forense digital, pone el ejemplo de las etiquetas en los alimentos: no hay juicio de valor, solo información clara.
Y no es un capricho cultural: tiene peso económicoLa proliferación de música creada por IA puede erosionar los ingresos de artistas reales. Spotify ya ha sido acusado —por investigaciones como la de “Ghosts in the Machine”— de usar “artistas fantasma” o tracks genéricos para pagar menos regalías. Y ahora, con la IA entrando a saco, ese problema solo crece
Legalmente… la cosa es turbia. Muchas leyes de copyright requieren autoría humana. ¿Puede una canción creada por IA sin intervención significativa de una persona ser registrada? La respuesta actual es: no. Tanto en EE. UU. como en la UE, la originalidad y el elemento humano son clave para proteger una obra.
¿Y Spotify qué hará?
Todo apunta a que, por ahora, sigue sin poner etiquetas. Su queja oficial es que no vigilan cómo crean los artistas, y solo actúan si hay engaño o robo de derechos. Pero en plena bonanza de IA, esa neutralidad se empieza a ver como comodidad cómplice. Mientras tanto, Deezer toma la delantera. Y si no hay regulación, la presión social será la que finalmente los obligue a ponerse serios con la transparencia.
¿Y tú qué opinas?
La música generada por IA ya es parte del ecosistema. Pero como público, ¿mereces saber si lo que estás escuchando nació en un estudio o en una línea de código? Si el alma está ausente, al menos que venga con la etiqueta puesta: así decidimos si lo bailamos, lo apoyamos… o le damos “skip”.
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