Budweiser y su "truco" para no pagar royalties: ¿vale todo por una campaña viral?
- Alba Pelegrin
- 7 ago
- 3 Min. de lectura
Un segundo. Una canción. Cero derechos de autor. Eso es lo que propone Budweiser con su campaña publicitaria ganadora del Grand Prix en Audio y Radio en Cannes Lions 2025. Una campaña brillante... o ¿brillantemente polémica? Con sus "one second ads", Budweiser ha logrado meterse en la mente del público usando canciones de artistas como Beyoncé o los Beatles sin pagar por ello. ¿Cómo? Usando solo un segundo del tema. El mínimo necesario para que lo reconozcas, pero el máximo legal que permite evitar pagar licencias.Y no, no es una exageración. Es el claim oficial de la campaña: “lo mínimo que necesita un fan para reconocer una canción… y lo máximo que podemos usar sin pagar derechos”.

Creatividad o laguna legal (o ambas).
Desde un punto de vista publicitario, la idea es indiscutiblemente astuta. Consigue atención, juega con la cultura pop y genera interacción (la gente adivinando canciones en redes sociales). Pero también lanza un mensaje preocupante: el ahorro en costes se pone por delante del respeto al trabajo creativo.
El hecho de que esta campaña haya sido premiada en Cannes no solo la valida creativamente, sino que legitima una visión corporativa cada vez más extendida: pagar a creadores es un “problema” a resolver, no un pilar a proteger.
La sombra de la IA y la devaluación del creador.
Este enfoque no es nuevo. Pero lo que sí es nuevo es el contexto: el auge de la inteligencia artificial. En paralelo a esta campaña, empresas tecnológicas como OpenAI han sido acusadas de entrenar sus modelos con contenidos protegidos sin permiso. Y todo bajo un discurso de “algún día podríamos compartir ingresos... si se pudiera”. Spoiler: claro que se puede, pero no quieren.
La IA ha venido a resolver muchos problemas para las empresas, entre ellos: evitar tener que pagar por la creatividad. Y eso cala. Si se normaliza que la música, el arte o la imagen de alguien se usen sin retribución, estamos abriendo la puerta a un modelo donde el valor del creador desaparece.
Las redes sociales y el espejismo de ser "creador".
A esto se suma el efecto de las redes sociales: ahora todo el mundo puede ser creador. Y eso es hermoso… pero también peligroso. Porque cuando el contenido es abundante, pierde valor. La oferta infinita de vídeos, reels, beats y filtros ha hecho que incluso los grandes artistas luchen por destacar. El resultado: un mercado saturado donde el trabajo creativo se percibe como barato, reemplazable, y hasta prescindible.
Los creadores pasan de ser el centro de la industria a convertirse en combustible para mantener plataformas en marcha. Contenido, contenido, contenido. Pero, ¿y el arte? ¿Y la autoría? ¿Y la sostenibilidad creativa?
¿Y ahora qué?
La campaña de Budweiser no es el problema. Es el síntoma. Es la confirmación de que la narrativa ha cambiado. Lo que antes era impensable —usar el trabajo de otro sin pagar— ahora se premia. Y eso debería preocuparnos, no solo a quienes trabajamos en lo creativo, sino a todo un ecosistema que se sostiene sobre ideas, talento y esfuerzo.
Porque si ayer fue OpenAI, hoy Budweiser... ¿quién será el siguiente en decidir que pagar a creadores ya no es necesario?
Conclusión: el futuro creativo necesita defensores, no solo campañas virales.
La industria publicitaria, la tecnológica y la musical están más entrelazadas que nunca. Y en esa intersección, los creadores corren el riesgo de ser los grandes perdedores si no se les protege, valora y remunera justamente.
No se trata de frenar la innovación, ni de rechazar lo nuevo. Se trata de que el futuro digital que construimos no borre el valor humano que le da sentido.
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